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Las cuatro funciones de la Psique femenina por Toni Wolff

Aunque es conocida por ser la amante «oficial» de Carl Gustav Jung, Toni (Antonia) Wolff es una destacada investigadora de la psique humana por mérito propio. En otro lugar, dedicaré tiempo a profundizar en la vida de Toni Wolff, pero me centraré aquí en su obra.

Por desgracia, Wolff escribió poco y no publicó nada. De hecho, apenas tenemos rastros de su pensamiento en textos fragmentarios. Aun así, un artículo titulado «Formas estructurales de la psique femenina», condensa bastante bien algunos de sus hallazgos. A pesar de ser un texto breve (un esquema, como ella misma confiesa), contiene interesantes elementos de análisis. Se trata de un texto que, hasta donde sé, no ha sido traducido a nuestro idioma. Así que a continuación, voy a hacer un resumen de su contenido.

Toni Wolff deja claro desde un principio que las cuatro funciones estructurales a las que se refiere en este artículo, no se oponen a las cuatro funciones básicas de la psique común (intuición, pensamiento, sensación y sentimiento). Se trata de un complemento a las mismas, que sería propio de la mujer, aunque que se corresponden, como no puede ser de otra manera, con elementos del ánima masculina.

Estas formas estructurales no son propiamente arquetipos, sino elementos de la psique que toda mujer poseería de manera más o menos desarrollada. Ahora bien, como la propia Toni Wolff reconoce, estas formas pueden ser reconocidas a través de toda la historia de la cultura, de manera que probablemente son de origen arquetípico.

Las cuatro formas surgen a partir de la relación de la mujer con el entorno. Dos de ellas la vinculan de manera personal con todo aquello que la rodea (madre y compañera), mientras que las otras dos representan vínculos impersonales (amazona y mediadora). Normalmente, una de las formas suele ser predominante y suele venir acompañada de una segunda menos consciente, mientras que las otras dos suelen ser inconscientes y sólo se elevan a la conciencia en la segunda mitad de la vida (con cierto trabajo personal, añado).

Cada una de estas formas o funciones contiene aspectos positivos y negativos, o por decir mejor, elementos más o menos desarrollados. Por supuesto, cuanto mayor sea la inconsciencia que tenga la mujer hacia ciertas formas, con más facilidad expresará los contenidos menos desarrollados de la misma. Por eso, es de la mayor importancia, tomar conciencia de todos ellos en la vida cotidiana.

Haré un resumen de las cuatro funciones que, repito, estarían presentes en la psique de toda mujer.

La función «madre» es cariñosa, cuidadora, e interviene en aquellos aspectos que se relacionan con la ayuda y la enseñanza. Reacciona de manera instintiva hacia todo aquello que en el hombre está en proceso de crecimiento, aquello que está poco desarrollado, necesitado de protección o en peligro, ante aquello que debe ser cuidado. Este papel maternal, bien llevado, ayuda al desarrollo, nutre y da fuerzas. Pero mal llevado, puede ser asfixiante. Puede crear ansiedad en los demás e impedir su desarrollo, introduciendo en ellos aspectos que no son propiamente suyos, sino de ella. Esta función se relaciona con el hombre en su aspecto de marido y padre.

La función de «compañera» o hetaira se relaciona con el hombre en un plano de igualdad. Se vincula con el hombre como amiga, amante o inspiradora. Ella es la que le muestra a él como desarrollar sus valores personales más allá de los condicionamientos sociales. El desarrollo de esta función sólo se puede dar a través de la relación, pero a diferencia de la madre, que ve lo menos desarrollado en el hombre, aquí se vigorizan las potencialidades. Ella es la que despierta las cualidades interiores del hombre, quien le revela sus debilidades, y en muchos casos, sus propias sombras. Aparte de los peligros que esto conlleva, la compañera debe ser capaz de ir más allá de la Persona (máscara social) de su compañero, puesto que, si no lo hace, nunca podrá ser una guía válida para él. En una pareja, esta función requiere que la relación personal sea profunda, más allá de condicionamientos externos, hijos, etc.

La función de «amazona» es una forma de la psique femenina que no está en relación con lo humano, sino con los valores culturales. Esta función busca alcanzar logros objetivos que deben ser obtenidos sin ayuda externa y es independiente del hombre. Es la energía que manifiestan conscientemente las mujeres empresarias, deportistas, viajeras, artistas, etc. Cuando se relaciona con el hombre lo hace como colega o como competidora, pero nunca de un modo personal. En su aspecto positivo, es sanamente ambiciosa, obtiene logros por sí misma y se enorgullece de ello. Pero en el menos desarrollado, actúa de manera agresiva, especialmente hacia lo masculino (o el «patriarcado»), o hacia aquellos que están en un nivel de desarrollo inferior.

La función de «mediadora» es quizás la más difícil de comprender en nuestro tiempo, ya que actualmente estamos más escorados hacia la amazona. Wolff, que era una gran mediadora, la describe como aquella parte de la psique femenina que está inmersa en la atmósfera psíquica de su entorno y en el espíritu de su época, pero por encima de todo, en el inconsciente colectivo. Ella es la que expresa lo que «está en el ambiente» y por estar tan cerca del mundo inconsciente, puede ser barrido por él. No en vano, mientras la amazona vive muy cerca del ego, la mediadora puede parecer oscura en ocasiones. Es inspiradora, puesto que manifiesta contenidos del inconsciente que normalmente no son accesibles. Para el hombre, representa la parte más impersonal de su ánima. Por eso, puede ser percibida como una hechicera, y si ella misma no hace un trabajo de discriminación acerca de sus percepciones, puede con facilidad ser víctima de su propia intuición. El aspecto menos desarrollado entonces, sería el de la médium que actúa de manera inconsciente, o el de la bruja. Bien desarrollada, esta función inclina a la mujer hacia la astrología, la psicología, la sanación o las artes intuitivas.

Como bien señala Toni Wolff, del mismo modo que la amazona se puede dejar llevar por el ego, y acabar imitando lo peor del hombre (la brutalidad, la violencia, la sexualidad sin alma), la mediadora puede ser barrida por los vientos del inconsciente y confundir al inconsciente con los espíritus, dejarse llevar por sensaciones caprichosas o cambios de humor, o intentar manipular a otros a través de la magia.

Lo habitual es que la función secundaria no sea la opuesta a la primaria. Es decir, que si una mujer se identifica conscientemente con la función de la amazona (impersonal), lo habitual es que su segunda función, semiinconsciente, sea una de las dos que se relacionan personalmente con el entorno (madre o compañera). En el proceso de ir haciendo conscientes todas las funciones, si una de ellas no es llevada a la conciencia, sucede que la anterior tiende a tomar un carácter negativo y exagerado. En nuestro ejemplo, si la amazona no acepta desarrollar su papel como compañera, por ejemplo, es habitual que la energía de la amazona se vuelva exagerada y agresiva.

La tercera función a desarrollar, será más difícil que la segunda, puesto que ya está más imbuida de la sombra, es decir, del inconsciente. Si después de reconocer su amazona y su compañera, la mujer debe trabajar con su energía de madre, necesitará un gran trabajo para reconciliarse con esta función. Por último, la cuarta función, que suele ser la opuesta de la primera, será sin duda la más compleja de asimilar, puesto que está enterrada en lo más profundo del inconsciente y sólo se accede a ella, en principio, de manera simbólica. En nuestro ejemplo, esta cuarta función sería la mediadora, y para llegar a ella, hay que dejar de lado los cantos del ego y sumergirse en una experiencia consciente de las sombras. Sólo el tiempo, la experiencia y un trabajo personal consciente, pueden ayudar en el proceso.

Como termina diciendo Toni Wolff:

«La mujer que inteligentemente se dedica a esta tarea, encontrará su lugar adecuado en este mundo moderno y habrá completado su tarea cultural, ganando así la íntima seguridad que se alcanza cuando los propios contenidos psíquicos (la Sombra, el Ánimus, la Gran Madre, la Mujer Sabia, e incluso el Yo), dejan de ser proyectados en el ambiente. Como la mujer está relacionada con la vida, su tarea es, de hecho, conseguir que el hombre se involucre también con la vida, y que haga vivir las ideas. Pero esta intervención y realización puede tener lugar tanto positiva como negativamente, consciente o inconscientemente, con o sin responsabilidad.»